
Por qué regalar piezas únicas (y deja de regalar libros que nadie lee)
Personalmente, el universo libros lo encuentro delicado y también algunas cosas me dan pereza, entonces me inclino por obras como “Viaje” de Yuichi Yokoyama o la novela gráfica de Richard McGuire “Aquí”, y no es solo porque no tenga que leer (demasiado), sino por la estética. Al considerarme muy visual, voy persiguiendo la estética, y en el caso de Viaje, al ser fan de las líneas rectas, esto es una delicia que conservo en mi mesita de noche. También el formato novela gráfica me puede, y si voy a leer, tiene que ser la clásica lectura en párrafos, en vertical y de algo que me apasione. Todas tenemos nuestras cositas.
Lo que sí me devoro son las biografías. Fan de Ana Bolena, María Antonieta y todo lo medieval. Susan Sontag, Sylvia Plath y Britney Spears son fundamentales. Britney ya es un tesoro nacional.
Todo esto para decir que no, que a mí no me funciona demasiado bien que me regalen libros a menos que te diga directamente: “regálame la biografía de María Estuardo de Jenny Wormald”.
Vamos a ser honestas: regalar libros a ciegas es el equivalente a regalar un jersey beige talla única. Correcto, neutro, pero ¿realmente pensado para mí? Puede ser. Pero ya me compraré yo misma mi jersey beige de segunda mano, vaya. Así que la realidad es que por lo general el libro genérico de turno suele acabar con polvo en la estantería o, peor aún, en la pila de "ya lo leeré" (no va a pasar).
Vamos a ser honestas otra vez. Nos conocemos los gustos de lo que llevamos puesto, y cuando nos vemos en la cotidianidad aprendemos a observar y a entender lo que le gusta a nuestrxs amigxs, y los accesorios pueden llegar a ser detalles únicos que nos iluminan la carita y la vida.
Una pieza única no se queda olvidada en la estantería. Se lleva, se vive, se muestra. Un pendiente, un collar, una taza rara de cerámica para el cafelito mañanero, un objeto inesperado hecho a mano... Eso sí es un regalo que acompaña, que emociona y que nadie (o poca gente) tiene. Es un recordatorio constante de la persona que pensó en ti con cuidado y no con prisas.